Nadie debería presenciar su propia muerte. El padre Peter se despierta en una habitación desconocida, con unas terribles cicatrices en las muñecas y sin rastro de memoria reciente. Sus ropas están empapadas y no sabe qué hace allí ni cómo ha llegado. Una cámara de video le enfoca desde una esquina y frente a él, hay una televisión y un reproductor de video. Movido por un presentimiento, enciende el televisor y contempla horrorizado una grabación increíble. El padre Peter se ve a sí mismo cortándose las venas en la bañera para después desaparecer en las aguas teñidas de rojo. Sobrecogido, se mira las muñecas. Ahora que conoce el origen de aquellas heridas su inquietud aumenta… debería estar muerto. Este es el punto de partida de una inquietante investigación en la que el padre Peter se enfrentará a un despiadado asesino que oculta un oscuro secreto. Sólo descifrando a tiempo el misterio, conseguirá escapar del terrible peligro que le amenaza.