En una árida playa de la isla de Fuerteventura aparece, en el maletero de un coche, el cuerpo sin vida de un bebé. No hay restos del conductor, no hay huellas, no hay denuncia, no hay, pues, caso. La policía quiere cerrar la investigación para evitar otro escándalo Madeleine. Pero no cuentan con Erhard, al que todos conocen como «el ermitaño»: tiene setenta años, nueve dedos, lleva casi veinte años de taxista en Fuerteventura, es afinador de pianos en sus ratos libres, un loco del jazz, algo bebedor, vive con dos cabras y, en sus momentos de relax, se sienta en una sillita plegable que lleva en el maletero del taxi a devorar novelas. Es peculiar, solitario, muy observador y tiene un pasado oculto. Como la policía quiere dar carpetazo al caso sin apenas indagar, Erhard decide tomarse la justicia por su mano y honrar al bebé descubriendo lo que ha sucedido en realidad. El hombre mayor, ya de vuelta de todo, desaparece: ahora Erhard sólo quiere justicia y no se doblegará ante nada ni ante nadie para llegar al fondo de la cuestión.