El grito de la gaviota es el testimonio de una joven que, a los veintidós años, ha conocido ya la soledad absoluta, la duda y la desesperación, pero también la dicha, la solidaridad y la gloria. La adolescencia y la primera juventud de Emmanuelle Laborit son la historia de una lucha por subsistir en un mundo «diferente» y por el reconocimiento de los derechos de los tres millones de sordos franceses, hasta conseguir que, en 1991, se enseñara por fin en los centros de educación para sordos el lenguaje de signos. Con este triunfo colectivo y el personal, pero no menos emblemático, de su éxito como actriz teatral, El grito de la gaviota cierra significativamente un itinerario personal tan breve como intenso.