Chéjov conocía muy bien la fragilidad y el patetismo del ser humano, cualidades en las que hoy todavía nos podemos ver reflejados en sus relatos. Andréi Yefímych, doctor e intelectual de un sórdido e insalubre sanatorio mental de provincias, donde la violencia y la fuerza bruta se ejercen contra los internos, entabla una curiosa relación de amistad con uno de sus pacientes, Iván Dmítrich. Este encuentro tambaleará las estoicas e ingenuas creencias de Andréi, precipitándolo así hacia el despertar de una amarga realidad. « Sí, estoy enfermo. Aunque también decenas, centenares de locos andan por ahí en libertad, porque su ignorancia es incapaz de distinguirlos de los sanos. ¿Por qué pues estos desgraciados y yo debemos estar aquí por todos los demás, como chivos expiatorios? Usted, el practicante, el celador y toda su gentuza hospitalaria son incomparablemente inferiores en lo moral a cualquiera de nosotros. ¿Por qué somos nosotros los encerrados y no usted? ¿Dónde está la lógica? »