Creí haberlo visto todo, pero nada me preparó para New Haven. Todo me cogió por sorpresa: las hermandades, los duelos de honor, la existencia de fraternidades de Élite, y ellos, los Bones. Yo era la heredera de la sabiduría de Luce y me había jurado que desentrañaría el misterio que precedía a su accidente. Pero nunca pensé que por el camino viviría una aventura increíble donde la palabra era ley, el poder era divino, la ciencia era mágica y el amor… el amor era una locura que debía vivirse valientemente, como un salto de fe. En Yale todo era a cara o cruz. No había reglas y sí muchas luces y sombras. Y yo debía estar preparada no solo para no perder mi corazón en las batallas en las que me vería envuelta, si no para no vender mi alma por mi kelpie, porque no sabía si me correspondía. Como fuera, me prepararía a conciencia para lo bueno y para lo malo.