«A diferencia del llamado a confirmar, el llamado a investigar sabe por dónde empieza aunque no dónde terminará, y en este caso la pesquisa sobre Grecia llevó a repensar la relación entre filosofía y religión, porque el cristianismo bien podría ser una ética y hasta una ontología impecable; pero convertirse en el primer culto ecuménico y coactivo impuso un desgarramiento todavía vigente, donde oponer un más allá inmejorable al más acá etiquetado como valle de lágrimas nos cargó con algo tan funesto siempre como una verdad doble, la revelada y la mera. De la mera verdad partieron y partirán todas las reveladas, sin embargo, y la evolución del mundo griego ayuda a recobrar esa evidencia, precisando hasta qué punto el cristianismo partió de sus logros y valores, sin perjuicio de alienarlos a continuación. Cómo y por qué se aborda en los capítulos finales, aunque el motor de los previos sea rememorar los hitos del sentido –las intuiciones veraces, benévolas y bellas– que debemos a la prole de Helena. En cualquier caso, lo comprendido entre el 500 a. C. y el 500 no solo ilumina el milenio medieval, sino un contraste entre información y ruido que nuestro progreso técnico agudiza cada vez más».