Magdalena narra la vida y milagros de un heterogéneo grupo de lugareños que habitan en un pueblo de Andalucía allá por el año 1950. La vida austera y sacrificada de Magdalena, la principal protagonista de este relato —una mujer humilde, fuerte y un poco desquiciada, que raya la cincuentena y que se ve apurada para sacar adelante a sus diez hijos— experimenta un profundo cambio cuando, después de recuperar el cariño de su marido, comienza el noviazgo de su hija primogénita con un viudo de mediana edad, veinte años mayor que ella, que goza de buena posición, y cuya madre, muy rígida y severa, con frecuentes delirios de grandeza, es conocida en el lugar como la ‘señá’ Paca. El contacto entre ambas familias trae consigo inevitables choques —las diferencias sociales se hacen patentes cada dos por tres— y, al igual que en la vida real, van alternando los aspectos humorísticos con los sentimentales. Los personajes, una vez empezada la trama, se van desenvolviendo a su aire, ya que el autor ha hecho todo lo posible por dejarlos en absoluta libertad, limitándose a ser un mero cronista. A medida que avanza la acción, van tomando protagonismo nuevos personajes que se entrelazan con los anteriores por circunstancias de la vida. El autor confía en que las andanzas de Magdalena, Julián, Pepona, Gabriel, el Abuelo, don Eufrasio, doña Tula, etc., susciten el interés del lector y su ternura. Y si, además, son capaces de divertirle, ¡muchísimo mejor! Joaquín Vergara nació en Antequera, el 18 de septiembre de 1942. Su afición por la literatura no es una vocación tardía, ya que escribía desde que era muy joven, pero sólo para él. No se decidió a publicar hasta que había rebasado la barrera de los setenta años, y no porque esa edad significara el final de sus silencios, sino porque las circunstancias de la vida se lo pusieron en bandeja. De ahí surgió su primer libro, Aullidos. Hombre de carácter muy volcado hacia adentro, suele escribir, generalmente, de manera intimista y subjetiva, y a veces revestido de una cierta tristeza. Ahora, en cambio, se ha divertido a sus anchas escribiendo esta novela, llegando a encariñarse con todos y cada uno de sus personajes, a reírse con sus ocurrencias y a emocionarse, en ocasiones, con sus contratiempos, como si de seres de carne y hueso se tratara.