Hay un periodismo teórico que se enseña en las facultades y que habla de pirámides invertidas, de respuestas al qué, cómo, cuándo, dónde y al por qué, de titulares, entradillas y ladillos y del contraste de las fuentes. Y hay un periodismo práctico que se aprende cada día al abrir el periódico. ¿Quién concede la entrevista, el presidente o el medio? ¿Crea el cronista parlamentario el titular de su noticia, o lo elige de un catálogo de ideas precocinadas por el equipo de comunicación de los partidos? ¿La información de un suicidio provoca contagio de muerte? ¿A quién le tiene que hacer más caso el periodista, al contraste de las tres fuentes o a su inteligencia y sentido común? ¿Por qué los jóvenes deberían dedicarse a escribir editoriales y sólo cuando crecieran acudir a ruedas de prensa? ¿Hasta qué punto es cierto que el periodismo es un oficio moralmente indefendible?