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Las viejas y destartaladas casetas de pescadores de Las Salinas con sus blancas paredes y sus puertas y ventanas añiles están situadas a la orilla de un mar de profundo azul índigo, sólo una antigua y rota carretera interrumpe su historia de amor. La misma carretera, un poco más allá, abraza a la montaña, vestida de rojo amapola, verdes y amarillos que anuncian la primavera, el camino nos lleva hasta el cabo donde el azul claro del cielo acaricia el mar, allí el silencio se rompe con el susurro del viento, el faro solitario nos vigila, es el único testigo de los romances entre los pescadores y el mar.***
No olvidéis comentar y compartir en las redes sociales. Textos por Gretta Dee