Reseña: Boy, relatos de la infancia de Roald Dahl

Leer este libro es lo más parecido a sentarte con el famoso autor de cuentos infantiles Roald Dahl mientras te cuenta las aventuras que vivió en su juventud. Imagina que se hubiera dado el caso antes de su muerte en 1990 de tener una amigable charla mientras os tomáis un café y a su vez te enseña fotos de su familia y de él mismo, de sus amigos y compañeros de escuela (podrás encontrar estas fotos en el libro) y relata con un lenguaje sencillo y directo sus vivencias, algunas bastante duras, otras graciosas pero todas sorprendentes.

Empieza hablando de sus raíces, de cómo su padre salió de Noruega con su hermano para ganarse la vida y cómo formó su empresa y su familia.

No te dejes influir por ser este un libro para niños mayores de doce años, todos conocemos sus cuentos más populares como son Charlie y la fábrica de chocolate, Matilda, El gran gigante bonachón, James y el melocotón gigante entre otros y leyendo sus historias de la infancia podrás encontrar las vivencias que pudieron dar pie a algunos de estos cuentos.

Un ejemplo de esto es cuando nos habla de la obsesión de él y sus cuatro amigos del colegio de chicos con la confitería de la señora Pratchett y los dulces, que sin duda recordaran a Charlie y la fábrica de chocolate.

“Los inflamofletes … eran unas bolas enormes y duras del tamaño de un tomate pequeño … si te lo sacabas de la boca y lo examinabas cada cinco minutos o así, te encontrabas con que había cambiado de color… la forma en que pasaba del rosa al azul y al verde y al amarillo. Nos preguntábamos cómo se las arreglaría la fábrica de inflamofletes para obrar aquella maravilla”

“Los confites de pera … olían a esmalte de uñas y helaban el fondo de la garganta”

“… Caramelos grandes, duros, de color marrón y en forma de rombo llamados rasca-gaznates”

“Allá por 1923 la confitería de Llandaff era el auténtico centro de nuestras vidas.”

Se hace una mayor referencia a las chocolatinas y el chocolate más avanzado el libro:

“De cuando en cuando a cada alumno de nuestro colegio se le servia una sencilla caja … un obsequio de Cadbury, la gran fábrica de chocolates. Dentro de la caja había doce chocolatinas, todas de formas distintas, todas de diferente composición y todas con números del uno al doce marcados debajo. Once de estas chocolatinas eran invenciones nuevas de la fábrica. La duodécima era la de “control” que ya todos conocíamos, generalmente la de crema de café patentada por Cadbury”.

Es un libro ameno de recomendable lectura para conocer bien al autor y su obra. Se lee rápido, te sorprenderá y lo disfrutarás, no importa si no has leído sus cuentos, las vivencias del libro por sí solas son muy interesantes y te mantendrán atrapado hasta el final.

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